La aparición de las primeras vides en América comienza mucho antes de la llegada de los conquistadores españoles. En el año 1000 d.C., Leif Erikson fundó una colonia llamada «Vinland»  (“Tierra de la Viña”) en lo que hoy es Canadá, nombrada así por las vides silvestres que encontró, aunque no las usaron para hacer vino.

 

No fue hasta la llegada de los españoles que la vid europea, la vitis vinífera, llegó al continente, introducida desde Cuba. Tras la conquista de México, los españoles descubrieron vides locales como la vitis rupestris, pero estas no se utilizaban para vinificación. Cristóbal Colón trajo las primeras botellas de vino al Nuevo Mundo, pero fue Hernán Cortés quien, en 1525, ordenó la plantación de viñedos traídos de España en las tierras colonizadas. Esto marcó el inicio de la viticultura en América, que rápidamente se extendió a otras regiones como Perú y Chile.

 

En 1593, Francisco de Urdiñola fundó la primera bodega comercial en Parras, Coahuila, lo que representó un hito en la historia vinícola del continente. Sin embargo, en 1595, la Corona española intentó frenar esta expansión, temiendo que las colonias se hiciesen autosuficientes, prohibiendo nuevas plantaciones en sus colonias americanas durante siglo y medio. A pesar de este decreto, la vid continuó cultivándose bajo la supervisión de los jesuitas, quienes necesitaban vino para las ceremonias religiosas cristianas.

 

Las regiones vinícolas de América 

 

El vino en América ha recorrido un largo camino, desde las primeras vides plantadas por colonizadores españoles hasta convertirse en una industria diversa y competitiva a nivel mundial. Este recorrido ha llevado a la consolidación de distintas regiones vinícolas que hoy en día son reconocidas internacionalmente.

 

Argentina se ha establecido como líder en la producción de vino, hoy en día la bebida oficial de este país, con la Malbec como su uva insignia. Originaria de Burdeos, esta variedad encontró en Argentina el terroir ideal para desarrollar todo su potencial, convirtiéndose en un símbolo de la viticultura argentina. Aunque el Chardonnay domina la superficie plantada de uvas blancas, es el Torrontés el que ha capturado la identidad del vino blanco argentino, destacándose por su frescura y aromas florales.

 

Chile es otro gigante de la viticultura sudamericana, favorecido por un clima mediterráneo que recuerda al de regiones vinícolas de renombre francesas. La diversidad de su geografía, que abarca desde las fértiles llanuras centrales hasta las altitudes de los Andes, permite el cultivo de una amplia variedad de uvas. A mediados del siglo XVIII, se introdujeron en Chile cepas como Cabernet Sauvignon y Merlot, que rápidamente se convirtieron en la base de sus vinos más prestigiosos. Sin embargo, es el Carménère, una variedad casi extinta en Europa, la que ha encontrado su hogar en Chile, dotando a los vinos chilenos de un carácter único y seductor.

 

Uruguay ha sido un actor emergente en la escena vinícola sudamericana, con un desarrollo constante impulsado por su ubicación geográfica privilegiada entre los paralelos 30º y 35º, similares a los de las mejores regiones vinícolas de Australia, Sudáfrica y Nueva Zelanda. La tannat es la estrella indiscutible de los vinos uruguayos, produciendo tintos robustos y llenos de carácter.

 

En Estados Unidos, la viticultura tiene más de tres siglos de historia, y hoy en día el país ocupa el cuarto lugar en producción mundial de vino. California es, sin duda, la región más destacada, con una producción que eclipsa al resto de los estados. El Chardonnay y el Cabernet Sauvignon son las variedades más plantadas, reflejando la preferencia por estos estilos de vino en el mercado norteamericano. Además de California, otras regiones como Washington, Nueva York, Pensilvania y Oregón han emergido como productores significativos, cada una aportando su propio carácter al panorama vinícola estadounidense.

 

Por último, Canadá ha experimentado un notable crecimiento en su industria vinícola, especialmente en la Columbia Británica. Aunque su historia vitícola es relativamente joven, comenzando en el siglo XIX, la región ha logrado producir vinos de alta calidad que han ganado reconocimiento internacional. Merlot y Chardonnay lideran la producción, acompañados de otras variedades como Pinot Noir y Gewürztraminer, que se adaptan bien al clima fresco de la región.

 

En resumen, la evolución del vino en América es testimonio de la adaptabilidad y creatividad de sus viticultores, quienes han sabido aprovechar las particularidades de sus regiones para crear vinos que compiten con los mejores del mundo. Igual que hacemos en Rioja y en particular en nuestra Bodega Clemente García, explotando al máximo todo el potencial de nuestras variedades estrella y desarrollando una identidad propia que contribuye a la diversidad y riqueza de la industria vinícola del mundo. ¡Descrubre nuestros vinos!